miércoles, 25 de noviembre de 2020

El Álamo.

 

En la mitología griega ocupa el álamo un puesto destacado. Estaba dedicado al dios Hades, soberano del mundo de los muertos. El árbol brotó a la existencia a raíz del amor de Hades por Leuca, hija del dios del mar, Océanos. Al morir aquélla, Hades hizo surgir al álamo blanco en los Campos Elíseos, donde moraban las almas de los muertos.

En los días remotos y gloriosos de la Grecia politeísta, posiblemente a consecuencia de estos mitos, el álamo se cultivaba mucho en camposantos y monumentos funerarios.

Es también famosa la leyenda de las Helíades, hijas del dios Helios, que se quedaron petrificadas al saber de la muerte de su querido hermano Faetón (infligida por el poderoso Zeus) y se transformaron en álamos.



El álamo blanco se hallaba presenta asimismo en ceremonias y ofrendas en honor de Dionisos, dios del vino y de la Naturaleza. Era costumbre que a aquéllos que se consagraban a este culto se les cubriera de hojas de álamo. En los mitos y leyendas griegas este árbol es mencionado tanto en ocasiones festivas relacionadas con la pujanza de la vida como en historias y aconteceres luctuosos donde aparece la muerte.

En los primeros juegos en Olimpia fue costumbre el que a los vencedores se les coronase con ramas de álamo, práctica que algunos autores atribuyen a la leyenda según la cual Heracles, uno de los héroes más querido por los griegos, regresó del averno con una corona de ramas de álamo, árbol por el que sentía predilección.




Ficha técnica.
Álamo o Populus.
Árbol de fronda de crecimiento rápido, copa ancha y ramas fuertes. Puede alcanzar un perímetro de un 1,5 y llegar a vivir 400 años. Presenta una corteza blancogrisácea en su juventud y gris oscura agrietada posteriormente.

La peculiaridad de que el álamo obtiene entre los 20 y 40 años una elevación de 20 metros y que, por consiguiente, resulta de gran aprovechamiento, hace de él un árbol muy apreciado en la industria maderera.


El nombre de álamo proviene del color blanco plateado de las caras internas de sus hojas, que gracias a un especial tegumento que las recubre son aptas para retener el polvo atmosférico, ayudando así a la limpieza del aire de nuestras ciudades; labor esta que resulta en nuestros días inestimable.







El álamo es un árbol propio de los bosques de llanuras inundadas y de los valles y ríos que los bordean. En las ciudades se lo planta a menudo en parques, avenidas y jardines. Cuando sopla el viento, es un delicado gozo admirar sus hojas plateadas mecerse en el aire como acordes cromáticos de una etérea sinfonía.

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