Revisando árboles nativos encontré un millar de ellos, hermosos, nuestros, de troncos sólidos, colores particulares, personales, todos de hojas perennes, es decir, somos muy tarados en continuar eligiendo hasta en versión flora, lo que viene de afuera. Sobre todo cuando lo de afuera podrá ser hermoso, evocarnos campos dorados, verdes, rojizos, de países, continentes, donde sí se les entrega un cuidado y preocupación a los verdores arbolados. Mientras que nosotros, nosotros los podamos, los cortamos, dañamos, nunca regamos. Y ellos tan nobles, silenciosos, llamándonos a la paz, tranquilidad, nos brindan belleza, sombra, viento. Somos humanos y todos los adjetivos descalificativos, nos quedan chicos, porque teniendo la cantidad de flora nativa, nuestra, originaria, que han crecido por siglos de siglos en nuestra tierra, fría tierra, de climas contrastantes, calor al norte, hielo al sur, como Chile mismo, pero con una tremenda sabiduría, continúan pese a nuestras manos destructoras, creciendo, reproduciéndose.
Si entendiéramos la belleza de nuestra fauna, su
sabiduría, la que los hizo nacer y crecer en tierra secas, climas adversos en
calor o en frío, muchos de los problemas urbanos de inundaciones y
desperfectos, no los tendríamos si valoráramos nuestros verdes.
Debido a tanta poesía que fui encontrando a lo angosto
norte, sur, de Chile, es que para este año en Abrazo de Árbol, quiero mostrarle
la variedad y belleza de esas verdocidades que nos caracterizan.
Para esa poesía llamada flora, árboles, verdes,
amarillos, aparentemente secos, va dedicada esta oda a la flora nativa, dígase
chilena, no todo es la marea roja, por suerte.
En esta ocasión les contaré del Chañar, que es oriundo
del norte y que si se fijan, sobre todo en su flor, la deben haber visto más de
una vez en los parques más, más antiguos de Santiago. Ya sea por su tronco
solido, alto y por sus flores amarillas.
De orígenes.
Nombre científico: Geoffroea decorticans (Gill. ex
Hook. et Arn.) Burkart. Nombre común: Chañar o quimori.
Árbol caducifolio, de copa ramosa concentrada y ramas espinosas. Alcanza una altura máxima de hasta 12 metros. El tronco es tortuoso, ramificado y puede llegar a medir unos 60 cm de diámetro. Su corteza es lustrosa de color verde amarillento y queda al descubierto al desprenderse tiras grisáceas de corteza vieja.
Distribución.
Se encuentra entre las provincias de Arica y Choapa.
Habita en llanuras arenosas, oasis y quebradas, desde el nivel del mar hasta
los 2.300 metros de altitud, ocasionalmente hasta los 3.000 metros. Es
característico de zonas áridas y semiáridas de Sudamérica. Crece también en
Argentina, Bolivia, Perú, Paraguay y Uruguay.
Conservación.
No tiene problemas de conservación a nivel nacional,
pese a no estar representado en ningún área silvestre protegida. Es abundante
en valles del Norte Grande, como en el del río Copiapó, donde existirían cerca
de 2.200 hectáreas de formaciones de chañar o chañarales.
Anecdotario.
El fruto se consume crudo, elaborado o en conserva. Su pulpa es dulce, aromática, áspera y harinosa. El arrope es una preparación dulce, elaborada a partir de la cocción de sus frutos sin agregado de azúcar. La semilla es comestible, tanto fresca como tostada. La corteza se usa en medicina popular, en forma de cocción y generalmente con azúcar y miel, para combatir catarros, tos común y convulsiva, hemorragias, neumonía y flatulencia. La infusión de hojas y flores tiene propiedades antiasmáticas, expectorantes y para ablandar durezas de la piel. Tiene gran valor ornamental a raíz de su profusa floración y lustrosa corteza verde.
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