miércoles, 25 de noviembre de 2020

Patagua o Crinodendron Patagua.

Me acuerdo que la primera vez que oí hablar de la Patagua, fue a través de mi madre, quien nos contaba que era uno de los árboles que había en el patio trasero de su casa de infancia. Hablaba con tanto fervor de este árbol de no demasiada altura, que no se caracterizaba por su sombra y en cambio sí por sus hermosas campanitas ¿campanitas? Sí, porque de flora, le nacían en primavera y verano unas florcitas que en vez de esperar los rayos del sol mirándolo, más bien deleitaban su tiempo de vida, mirando hacia el suelo. Eran unas pequeñas flores blancas. Mi madre, les decía campanitas, sus hermanos contaba ella, que las encontraban mas parecidas a las  pantallas de las lámparas.

 


Después me acuerdo que un día me encontré con un o una Patagua, en una de mis caminatas por la ciudad y la reconocí, gracias a la descripcion perfecta que mi madre había hecho de ellas. Distinguí al árbol por sus campanitas o pantallas de lámparas. Porque estas flores que son de color blanco, tienen la particularidad de cómo ya les comenté que miran hacia el suelo, quizás por eso lo de pantallas de lámpara y la terminación, la bastilla por así decir de éstas está entrecortado como con tijera de dientes, sumado a que cada uno de los pétalos que la conforman, está unido al otro de manera tal que realmente dan aspecto a una campana por lo ovalada de su forma.

 

Podríamos decir que la o el Patagua, es un árbol ornamental ¿Qué es ornamental? Las plantas o en este caso árboles, que su uso humanoide en la tierra, es para adornar. Adornar los patios de las casas, las veredas, los camellones de las calles, como es el caso de las Patagua que están desde Bilbao con Miguel Claro hasta Manuel Montt, en la comuna de Providencia. Adornar si te atreves a sacar un puñado de estas ramas con campanitas y ponerlas en un florero, aunque al igual que las buganvilias te llevaras la sorpresa, que mueren con presurosa rapidez ya que nacieron para estar mirando hacia abajo y en los floreros difícilmente eso puede suceder.

 


Asi que ya sabes, si en tus viajes en micro, bici, auto o a patita, te encuentras estas campanitas o pantallas de lámpara, no dejes de observar su belleza y acordarte de mi mamá y sus historias.

 


De orígenes.

Patagua - Crinodendron patagua.

Etimología: Crinodendron, del griego = árbol de flores hermosas. Patagua, nombre mapuche de la planta.

 

Descripción.

Arbusto o árbol pequeño siempreverde que alcanza una altura de hasta 10 m, corteza de color gris con hendiduras longitudinales.

 


Hojas alternas u opuestas con el borde aserrado y forma oblonga. Ápice redondo. Láminas de 6–8 cm de largo, color verde oscuro en el haz y verde blanquecino en el envés, glabras en ambas caras, pecíolos de 0.5–1 cm de largos. Presenta pequeñas estípulas caducas.        

 

Flores.

Flores hermafroditas, solitarias, axilares, de color blanco. Pedicelos de 1–1.5 cm de largo, cáliz formado por 5 sépalos fusionados, de color verde, corola compuesta por 5 pétalos libres que terminan en 3 dientes. Estambres de 15 a 18, un estilo más largo que los estambres.       

 


Fruto.

El fruto es una cápsula de 3 a 5 valvas de color naranjo en la madurez. Semillas redondeadas de color negro.

Distribución y Hábitat: Patagua es endémico de Chile y crece desde el río Aconcagua hasta Concepción (V a VIII región), en ambas cordilleras y hasta los 1.200m sobre el nivel del mar. Habita lugares húmedos cercano a quebradas.

 

Usos: Ornamental, Melífero, Reforestación. Especie de rápido crecimiento. Los taninos de la corteza se utilizan en curtiembres. La madera se utiliza en muebleria.

El Chañar Geoffroea decorticans.

Revisando árboles nativos encontré un millar de ellos, hermosos, nuestros, de troncos sólidos, colores particulares, personales, todos de hojas perennes, es decir, somos muy tarados en continuar eligiendo hasta en versión flora, lo que viene de afuera. Sobre todo cuando lo de afuera podrá ser hermoso, evocarnos campos dorados, verdes, rojizos, de países, continentes, donde sí se les entrega un cuidado y preocupación a los verdores arbolados. Mientras que nosotros, nosotros los podamos, los cortamos, dañamos, nunca regamos. Y ellos tan nobles, silenciosos, llamándonos a la paz, tranquilidad, nos brindan belleza, sombra, viento. Somos humanos y todos los adjetivos descalificativos, nos quedan chicos, porque teniendo la cantidad de flora nativa, nuestra, originaria, que han crecido por siglos de siglos en nuestra tierra, fría tierra, de climas contrastantes, calor al norte, hielo al sur, como Chile mismo, pero con una tremenda sabiduría, continúan pese a nuestras manos destructoras, creciendo, reproduciéndose.

 


Si entendiéramos la belleza de nuestra fauna, su sabiduría, la que los hizo nacer y crecer en tierra secas, climas adversos en calor o en frío, muchos de los problemas urbanos de inundaciones y desperfectos, no los tendríamos si valoráramos nuestros verdes.

 

Debido a tanta poesía que fui encontrando a lo angosto norte, sur, de Chile, es que para este año en Abrazo de Árbol, quiero mostrarle la variedad y belleza de esas verdocidades que nos caracterizan.

 

Para esa poesía llamada flora, árboles, verdes, amarillos, aparentemente secos, va dedicada esta oda a la flora nativa, dígase chilena, no todo es la marea roja, por suerte.

 




En esta ocasión les contaré del Chañar, que es oriundo del norte y que si se fijan, sobre todo en su flor, la deben haber visto más de una vez en los parques más, más antiguos de Santiago. Ya sea por su tronco solido, alto y por sus flores amarillas.

 

De orígenes.

Nombre científico: Geoffroea decorticans (Gill. ex Hook. et Arn.) Burkart. Nombre común: Chañar o quimori.

 


Árbol caducifolio, de copa ramosa concentrada y ramas espinosas. Alcanza una altura máxima de hasta 12 metros. El tronco es tortuoso, ramificado y puede llegar a medir unos 60 cm de diámetro. Su corteza es lustrosa de color verde amarillento y queda al descubierto al desprenderse tiras grisáceas de corteza vieja.

 

Distribución. 

Se encuentra entre las provincias de Arica y Choapa. Habita en llanuras arenosas, oasis y quebradas, desde el nivel del mar hasta los 2.300 metros de altitud, ocasionalmente hasta los 3.000 metros. Es característico de zonas áridas y semiáridas de Sudamérica. Crece también en Argentina, Bolivia, Perú, Paraguay y Uruguay.

 


Conservación. 

No tiene problemas de conservación a nivel nacional, pese a no estar representado en ningún área silvestre protegida. Es abundante en valles del Norte Grande, como en el del río Copiapó, donde existirían cerca de 2.200 hectáreas de formaciones de chañar o chañarales.

 

Anecdotario. 

El fruto se consume crudo, elaborado o en conserva. Su pulpa es dulce, aromática, áspera y harinosa. El arrope es una preparación dulce, elaborada a partir de la cocción de sus frutos sin agregado de azúcar. La semilla es comestible, tanto fresca como tostada. La corteza se usa en medicina popular, en forma de cocción y generalmente con azúcar y miel, para combatir catarros, tos común y convulsiva, hemorragias, neumonía y flatulencia. La infusión de hojas y flores tiene propiedades antiasmáticas, expectorantes y para ablandar durezas de la piel. Tiene gran valor ornamental a raíz de su profusa floración y lustrosa corteza verde.

Coigüe Nothofagus dombeyi.

El coigüe es uno de esos ejemplares de árboles, que remiten a cuentos, cuentos fantásticos, en donde una, uno, unx se interna en búsqueda de algo en un hermoso, frondoso, mugoso, verde, bosque. Lugar en donde los valientes no quieren salir jamás y más bien formar comunidad con las ramas, las hojas que alfombran el piso, la vegetación cuasi húmeda que habita las profundidades. Profundidades producto de la altura inusitada de esos árboles, a veces coigüe, otras alerce, aquellas especies que para lograr ver sus copas, tendrías que ser un gigante.

 

Pues a estos hermosos y enormes coigües los conocí primero por nombre y hazañas y después, muchos años después en vivo y en directo. El nombre y  hazañas, vienen de la infancia de mi padre, cuando afortunado él pasaba enero y febrero, en el sur, en los campos de su abuelo paterno, en la XI región. Roble, o Coigüe como le dicen y que en esas zonas lamentablemente, la belleza de sus troncos, ramas, la textura corteza, hacia que los talaran para transformarlos en mesas, sillas, muebles de gran valía.

 


Pero las historias de mi  padre, eran más naif, ya que eran las nostalgias producto de sus veraneos en estas tierras arboladas, donde obviamente estaba presente siempre, el tema de la tala discriminada y no tanto de ellos, ya que uno de los paseos aventurosos, donde más de un primo se ahogó, era saltar de tronco en tronco, a ras de los lagos de esas zonas, intentando cruzar de una punta a la otra. Sé que mi padre llegó hasta la otra orilla porque ya saben, hubiera muerto, no podría conocer a mi mamá y tenernos a mis hermanas y a mí. Pero sí sé por historias que mi propio padre contó más de una vez, aquello de los traumas de infancia, que más de un primo, de esas familias numerosas en que más de uno significaban  más de 30, murió ahogado intentando saltar de un tronco de roble al otro, de pronto éstos se separaron, al niño se le abrieron las piernas hasta perder el equilibrio y caer al rio, lago, con corriente que primero lo chupo hacia las profundidades y después arrastró rio abajo y como bordeaban entre los 10 y 16 años, el que no tenía buen estado físico y expertis en el nado…. Ya imaginarán el final.

 


Pero cuando las historias no eran en modo funeraria, mi padre nos contaba aquella sensación de sentirse pequeño, muy pequeño, en medio de la inmensidad de esos bosques. Entre el aroma a arboles o vegetación, dirá algún primo más pesado. El aroma a arboles, a la humedad que producen las hojas acumuladas en el piso, formando alfombras, algunas más crujientes otras entregadas a la descomposición o “compos” y ese aroma, olor, característico que uno después lo replica en versión Dejavu cuando está en espacios húmedos… A mi papá le gustaba ir con los primos con quienes tenía mayor empatía y pasar horas y horas paseando por estos bosques, cortar o recoger del piso, ramas gruesas y jugar a los caballeros guerreros. A veces, eran acompañados por primos de mayor edad o por algún tío y hasta acamparon en el bosque de robles. Entonces tenían que repartirse las tareas de recoger ramas, hojas secas no húmedas, uno que otro coquito de pino o ramitas de eucaliptus, para la fogata, que más que servirles de calefacción era para experimentar la magia del baile de las llamas. Ya que en cada niñx hay escondido un pirómano potencial, así como unx que le gusta el agua  y cuando pide regar, más bien se baña. Pero estos primos estaban ahí acampando y contemplando las llamas moverse con la brisa del aire de verano. No faltaba el que comenzaba con el jueguito de meter un palo, después el dedo, ya estamos con la mano y el primero en quemarse o recibir un sopapo del encargado, terminaba con el juego. Mi padre decía que los que practicaban la piromanía eran sus primos Altamirano, que eran un poco posesos, es decir, enfermos de la cabeza.

 


También disfrutaron y vaya que si, con los productos que salían de estas hermosas maderas de Roble / Coigüe, con mis hermanas solo supimos de ellas, no sé si diferenciarlas, por las fotos que existen de la casa del sur, algunos muebles que llegaron a casa de mis abuelos paternos. Aquellos buró, mesas de rincón, mesas de comedor, que tienen la característica de ser de un color no precisamente café, sino más bien enrojecido, muy brillantes, y en los costados y base lisos, veras dibujadas cual si realmente alguien lo hubiera hecho, manchas rojizas, amarillo mostaza, café achocolatado, eso dicen, que es el pedigrí de la madera, cuando estás en presencia de un digno representante de Alerce, Roble. Como digo, solo los he visto en fotos y la verdad que en estos tiempos, así como los animalistas, creo que soy una maderista o arbolistica, porque creo que ya estuvo bueno de talar y talar árboles para hacer muebles, para hacer aserrín para los días de lluvia. Me da una rabia que pierdo el hilo de la conversación. Así que los dejo con la historia de este hermoso árbol…. Nativo.

 


De orígenes.

El coihue, (Nothofagus dombeyi), también llamado coigüe o roble, es un árbol siempreverde que crece en el centro y sur de Chile, en Chile habita desde la VI a la XI región, desde los 35 a 45º latitud sur.

 

Desde el nivel del mar hasta 1200 m de altitud en los Andes, y en el suroeste de Argentina, en la cercanía de la Cordillera de los Andes, al sur del paralelo 38º sur.

 


De características.

Es un árbol frondoso, de corteza gris y con ramas aplanadas horizontalmente que le dan un aspecto característico.

 

Sus hojas tienen un pecíolo muy corto y forma de rombo redondeado, con el borde aserrado.       

 

Las flores son poco visibles, porque son verdes y miden menos de 5 mm de longitud.

 

En un mismo individuo existen flores masculinas y femeninas y el polen se dispersa por la acción del viento.

 

Sus frutos son pequeños y poco notorios, sin embargo, en el sur de Chile existen personas que creen que el fruto del coihue es el Llao Llao (Cyttaria harioti), un hongo comestible de forma globosa que se adhiere a troncos y ramas.

 

Otros consideran frutos a las agallas (tumores) que el árbol crea para defenderse de la postura de huevos de cierto díptero.

 

De usos.

La madera es de color amarillo claro y se usa en carpintería y como leña de calidad intermedia.

 

El corazón del árbol, llamado cure, es más duro y resiste mejor la humedad, por lo que se usa para hacer estacas que sostengan alambradas.

 

Ha sido introducido como ornamental en las Islas Británicas y también en la costa norte del Pacífico de Estados Unidos.

Araucaria Chilena, Araucaria araucana.

 Me acuerdo que cuando recién llegamos a Chile, el año de 1987, mis padres nos regalaron un maravilloso viaje al sur de este país. Las historias que habíamos escuchado de niñas sobre el sur, lugar donde mi padre pasó los veranos de infancia, sumado a las aventureras vacaciones que hicieron con mi madre y los dos hijos mayores de él, solo acrecentaban los deseos que a nosotros, en esa ocasión, nos pasara algo similar.

 


Pero aquellas historias pertenecían a otros tiempos, no solo de mayor juventud de mis padres, sino que de mejor situación económica o donde al menos, tenían un auto y con el recorrían sin tregua por tierra, transbordador o lo que fuera. Nuestro viaje que fue realmente esplendoroso, hubo bus, tren, y mucha, muchísima vegetación  porque en esos años el verde del sur estaba tal cual, las manotas del hombre no habían caído con frenesí. Y así fue como tanto en Concepción, como en Valdivia, ahondando los bosques maravillosos que estas regiones poseen, nos encontramos una y otra y otra vez, con la Araucaria.

 


Mi papá nos había contado que era la planta que debía estar en el escudo nacional porque era de Chile, era el árbol de los mapuches, de donde salían los para mí, supositorios, para todos piñones. En esos tiempos, ustedes perdonaran los encontraba de un fome, secos, solo imaginables con los que mi madre nos metía por el poto, cuando estábamos resfriadas de fiebres altas y corta edad para impedirlo. Obvio que nunca probé un supositorio pero en color y forma, digamos que son semejantes. Con los años aprendí a valorarlos, claro, justo ahora que para encontrarlos hay que irse de rodillas jajaja.

 

Final de cuentas quedó siempre como el mítico árbol, espinudo y con esos frutos particulares, que le daba sello a este país. Con los años entró la moda de La Araucaria, pese a que se demora como 500 años en si quiera tener forma de árbol y en el patio de las casas de la gente con onda podías encontrarlos. Pero lo que ellos no saben es que no todas las Araucarias son originarias ya que están las paraguayas que aunque no lo crean tienen sus diferencias marcadas, claro para eso tienen que tener un papá como el mío que nos hizo detectar cada rama, pinchudas seudo hojas, sumado a la bola mayor que posee los piñones aquellos.

 


Realmente una especie particular y por tal hermosa. Si no tiene tanta prisa por verla crecer, hágase el tiempo y cómprela, que  no  le pasen gato por liebre y plante en su patio, jardín, parcela, campo, hectáreas este nuestro árbol nativo.

 

De historias.

Araucaria araucana / La araucaria o pehuén (Araucaria araucana), también llamada piñonero, pino araucaria o pino de brazos es un árbol nativo de Chile y Argentina, que hoy en día se encuentra distribuido en zonas muy restringidas de la Cordillera de los Andes y en una pequeña población de la Cordillera de la Costa chilena.

 


Descripción: Es un árbol perenne, de hasta 50 m de altura, con tronco recto, cilíndrico, a veces muy grueso (3 m o más). Las ramificaciones comienzan a varios metros del suelo; en los ejemplares más viejos, se disponen en verticilos de 5 ramas que se extienden perpendiculares al tronco; estas ramas son flexibles y tienen hojas agrupadas hacia los extremos.

 

De hojas.

Sus hojas son de extrema dureza y están provistas de un mucrón (espina) en la punta, de color verde oscuro. Las hojas son de 3 a 4 cm de largo y están dispuestas de manera imbricada sobre la ramilla, donde permanecen durante varios años.

 

Existen plantas masculinas y femeninas, con diferencias morfológicas en las placas que forman la corteza y en las flores, siendo mucho más vistosas las femeninas.

 


Ecología.

Hoy en día esta especie está distribuida en la cordillera de los Andes principalmente en grandes extensiones del Parque Nacional Lanín en Neuquén (Argentina), entre 37º S y 40º S, y también en la Cordillera de la Costa (Chile), donde se la encuentra sólo en la Cordillera de Nahuelbuta (VIII Región). ARAUCARIA CHILENA Araucaria araucana

Crece únicamente a más de 800 m sobre el nivel del mar, y de manera óptima en la cota de los 1000 m. Se la encuentra en terrenos rocosos y arenosos con buen drenaje (por lo común de origen volcánico), en alturas donde la nieve permanece sobre el suelo durante largas temporadas y generalmente en lugares de bajas temperaturas.

 


Se halla asociada a bosques mixtos de lenga, ñirre y coigüe, pero en general tiene tendencia a formar bosques puros.

 

Debido a su lento crecimiento se han observado araucarias que han alcanzado hasta 1000 años de edad.

Algarrobo – Prosopis chilensis (Molina) Stuntz – Algarrobo, algarrobo chileno, algarrobo del centro, algarrobo blanco, algarrobo cupesí o mezquite.

Revisando árboles nativos encontré un millar de ellos, hermosos, nuestros, de troncos sólidos, colores particulares, personales, todos de hojas perennes, es decir, somos muy tarados en continuar eligiendo hasta en versión flora, lo que viene de afuera. Sobre todo cuando lo de afuera podrá ser hermoso, evocarnos campos dorados, verdes, rojizos, de países, continentes, donde sí se les entrega un cuidado y preocupación a los verdores arbolados. Mientras que nosotros, nosotros los podamos, los cortamos, dañamos, nunca regamos. Y ellos tan nobles, silenciosos, llamándonos a la paz, tranquilidad, nos brindan belleza, sombra, viento. Somos  unos imbéciles y además de todo los nuestros, los que han crecido por siglos de siglos en nuestra tierra, fría tierra, de climas contrastantes, calor al norte, hielo al sur, sabios ellos siempre sabios, crecen y producen sin que se les caigan las hojas para mantener sus bondades siempre, siempre.

 


Por tanta poesía nacional es que decidimos elegir a los árboles nativos, dígase de Chile, para este año 2019 en la sección Abrazo de Árbol y así darlos a conocer. Muchos de ellos, de ahora en más creo que con casi todos, no tengo una historia para contarles, más allá que no sea de más admiración y agradecimiento por su pacifica presencia.

 

Es por ello que en esta ocasión les contaré del “Algarrobo”. Que en materias personales, evoca playa, costa, quinta región, a saber si las nostalgias tendrán algo que ver con la realidad arbórea. Averigüémoslo!!! 

 

De orígenes.

Nombre científico: Prosopis chilensis (Molina) StuntzNombre común: Algarrobo, algarrobo chileno, algarrobo del centro, algarrobo blanco, árbol blanco, cupesí o mezquite.

 


Descripción: Árbol espinoso, de copa amplia y globosa. Dependiendo de la latitud, es siempre verde o bota las hojas en invierno. Mide hasta 15 metros de altura. El tronco es grueso, recto o tortuoso, de 1 metro de diámetro. La corteza es gris-rojiza, desprendible y con surcos longitudinales. Sus ramas poseen largas y gruesas espinas de color blanquecino o café.

 

Distribución: Se distribuye entre las provincias de Copiapó y del Maipo, de preferencia en los llanos, serranías interiores y faldeos precordilleranos, alejado de la influencia marina, entre los 500  y 1.500 metros de altitud. Tiene una amplia distribución en Sudamérica, habitando en zonas áridas y cálidas de Bolivia, Perú y Argentina. Está asilvestrado en ambientes tropicales, donde puede llegar a ser una especie invasora y agresiva, como en Paraguay, India y Hawai. 

 

 


Conservación: Dado su amplio rango de distribución en América del Sur, n no presenta problemas de conservación. Sin embargo, en Chile su superficie ha disminuido drásticamente, debido a la habilitación de terrenos para la agricultura y urbanización, y a la explotación de su madera para fabricar postes, y para producir leña y carbón. En el Libro Rojo de la Flora Terrestre de Chile su estado de conservación fue propuesto como Vulnerable. No se encuentra en ningún área silvestre protegida.

 

Anecdotario: Cronistas de la Colonia y principios de la República hacen referencia a extensos algarrobales al norte de la cuenca de Santiago, entre Polpaico y Montenegro. Los frutos, llamados “thakos” o vainas, eran utilizados para la elaboración de harina, arrope y bebidas. En medicina popular se emplea la pulpa de los frutos para aliviar afecciones cardíacas. El fruto también es apetecido como forraje para el ganado.

El Álamo.

 

En la mitología griega ocupa el álamo un puesto destacado. Estaba dedicado al dios Hades, soberano del mundo de los muertos. El árbol brotó a la existencia a raíz del amor de Hades por Leuca, hija del dios del mar, Océanos. Al morir aquélla, Hades hizo surgir al álamo blanco en los Campos Elíseos, donde moraban las almas de los muertos.

En los días remotos y gloriosos de la Grecia politeísta, posiblemente a consecuencia de estos mitos, el álamo se cultivaba mucho en camposantos y monumentos funerarios.

Es también famosa la leyenda de las Helíades, hijas del dios Helios, que se quedaron petrificadas al saber de la muerte de su querido hermano Faetón (infligida por el poderoso Zeus) y se transformaron en álamos.



El álamo blanco se hallaba presenta asimismo en ceremonias y ofrendas en honor de Dionisos, dios del vino y de la Naturaleza. Era costumbre que a aquéllos que se consagraban a este culto se les cubriera de hojas de álamo. En los mitos y leyendas griegas este árbol es mencionado tanto en ocasiones festivas relacionadas con la pujanza de la vida como en historias y aconteceres luctuosos donde aparece la muerte.

En los primeros juegos en Olimpia fue costumbre el que a los vencedores se les coronase con ramas de álamo, práctica que algunos autores atribuyen a la leyenda según la cual Heracles, uno de los héroes más querido por los griegos, regresó del averno con una corona de ramas de álamo, árbol por el que sentía predilección.




Ficha técnica.
Álamo o Populus.
Árbol de fronda de crecimiento rápido, copa ancha y ramas fuertes. Puede alcanzar un perímetro de un 1,5 y llegar a vivir 400 años. Presenta una corteza blancogrisácea en su juventud y gris oscura agrietada posteriormente.

La peculiaridad de que el álamo obtiene entre los 20 y 40 años una elevación de 20 metros y que, por consiguiente, resulta de gran aprovechamiento, hace de él un árbol muy apreciado en la industria maderera.


El nombre de álamo proviene del color blanco plateado de las caras internas de sus hojas, que gracias a un especial tegumento que las recubre son aptas para retener el polvo atmosférico, ayudando así a la limpieza del aire de nuestras ciudades; labor esta que resulta en nuestros días inestimable.







El álamo es un árbol propio de los bosques de llanuras inundadas y de los valles y ríos que los bordean. En las ciudades se lo planta a menudo en parques, avenidas y jardines. Cuando sopla el viento, es un delicado gozo admirar sus hojas plateadas mecerse en el aire como acordes cromáticos de una etérea sinfonía.