domingo, 14 de septiembre de 2008

EL CIRUELO











EL ARBOL DE CIRUELO.
Con el advenimiento de la nieve en pétalos de flor de ciruelo, damasco y durazno, en que se ha convertido Santiago en los últimos días, es que pensé hacerle los honores al ciruelo -por ahora-. Estos arboles tan especiales, delicados y con tanta reminisencia de oriente.
Ahi se los dejo.
El ciruelo pertenece a la familia de las Rosáceas, al género Prunas y la especie doméstica.
Su origen está situado en el Caúcaso y Persia. Y se trata de un árbol caducifolio de tamaño mediano con una altura máxima de 6 metros. Su corteza pardo-azulada y brillante, produce ramas alternas, pequeñas y delgadas.

Su sistema radicular es de raíces largas, fuertes, poco ramificadas y poco profundas, que emiten con frecuencia vástagos. Sus hojas son oblongas, aserradas, de colores verdes, lisos por el haz y pubescentes por el envés. Y sus flores con cinco pétalos, que aparecen en pequeños ramos cortos al año de edad, son blancas, solitarias y con pedúnculos más cortos que los de las flores del cerezo.
Su fruto es una drupa redonda u oval recubierta por una cera blanquecina (pruina), de color amarillo, rojo o violáceo, con un hueso oblongo, algo áspero y que por un lado presenta una sola costilla. Dentro del hueso se encuentran dos semillas o más frecuentemente una sola, por aborto de la otra.
El ciruelo es un frutal muy rústico y fácil de cultivar. Resiste muy bien las bajas temperaturas y aunque florece muy temprano, sus flores son bastante resistentes a la misma.
Aunque prefiere los climas templados, se desarrolla bien en climas relativamente fríos, con tal de cultivarlo en sitios bien abrigados. Sufre la escasez hídrica en verano y los frutos y las ramas finas son sensibles a los vientos. Puede cultivarse hasta altitudes de 700 metros.
Aguanta bien la caliza, la humedad y los terrenos compactos, debido principalmente a su sistema radicular superficial.

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